Lo primero que me pregunté al terminar de leerlo fue "¿por qué diablos hago lo que hago?" o, para ser más especifico, "¿por qué nos gastamos tanto (personas como yo) en querer ser 'formales' en el Perú cuando hay cientos de personas como Acuña que se hacen millonarios a partir de la informalidad e impunidad?".
Probablamente la respuesta está en la misma pregunta (para evitar ser cometer delitos y quedar impunes) pero es imposible no preguntárselo al ver cómo sólo una persona logra amasar tamaña fortuna a punta de ser *"vivo" ("astuto" como lo fraseamos en Perú). De las sólo 2.8 millones de empresas formales del Perú, Acuña, con sólo tres, logra la riqueza de casi todas ellas combinadas.
"Si César Acuña no fuera millonario, estaría preso", es una de las frases que mejor describe al libro y resume buena parte de la historia que viene en el (y de él). Reconozco en mi escribir frustración y envidia por no poder actuar de esa manera. Para ser honesto conmigo mismo, no es algo que podría hacer de manera sistemática y conscientemente, sin embargo me recuerda que Perú es un país donde el sentido de "legalidad" es un moving target. "El país de los vivos" es lo que termina predominando en esta jungla que llamamos país y que, a pesar de sólo doscientos años de república, seguimos viviendo en un virreinato donde el más fuerte, con contactos y riqueza sobrevive –y hasta triunfa, quedando impune.
Algo realmente sorprendente de Acuña ha sido su capacidad para hacer crecer la Universidad César Vallejo (UCV, obviamente en alusión a su propio nombre). Pero esto no es lo más sorprendente. Lo es como, aprovechando los recursos de la misma Universidad, logra hacer todo lo que él (personalmente) siempre ha querido. Independientemente de la riqueza que le genera (y las diferentes mañas que usa para enriquecerse a él y su familia). Ha logrado: delegar sus trabajos de investigación de las múltiples maestrías (plagiadas) que ha hecho; regalar títulos a cercanos y allegados; formar su partido político a punta de firmas de personal de la universidad y alumnos; autodenominarse presidente del directorio, proveedor y benefactor de las dietas de otros accionistas; inculpar a otros por sus delitos; y hasta convertirse en autoridad municipal, regional con miras a una próxima presidencia. Alucinante. Como dice la frase inicial del libro, si la variable del dinero saliera de la ecuación, es altamente probable que Acuña estaría preso (o muy cercano de estarlo).
Algo que merece la pena destacar es lo que alguna vez un amigo me comentó sobre Acuña "Acuña es quién es porque se la cree.". Lamentablemente, para consecuencia de otros, es verdad. Saber sumar y restar es lo que único que ha necesitado para construir todo su imperio. Ni hablar puede y, sin embargo, ha logrado lo que un exitoso comerciante logra de sólo creerse el cuento. Personalmente, Acuña es la antítesis de lo que un emprendedor peruano debería representar, sin embargo reconozco que, mi visión cosmopolita-limeñista se mantiene sesgada y desea lo que un Perú no es hoy.
El libro en tres frases:
Probablamente la respuesta está en la misma pregunta (para evitar ser cometer delitos y quedar impunes) pero es imposible no preguntárselo al ver cómo sólo una persona logra amasar tamaña fortuna a punta de ser *"vivo" ("astuto" como lo fraseamos en Perú). De las sólo 2.8 millones de empresas formales del Perú, Acuña, con sólo tres, logra la riqueza de casi todas ellas combinadas.
"Si César Acuña no fuera millonario, estaría preso", es una de las frases que mejor describe al libro y resume buena parte de la historia que viene en el (y de él). Reconozco en mi escribir frustración y envidia por no poder actuar de esa manera. Para ser honesto conmigo mismo, no es algo que podría hacer de manera sistemática y conscientemente, sin embargo me recuerda que Perú es un país donde el sentido de "legalidad" es un moving target. "El país de los vivos" es lo que termina predominando en esta jungla que llamamos país y que, a pesar de sólo doscientos años de república, seguimos viviendo en un virreinato donde el más fuerte, con contactos y riqueza sobrevive –y hasta triunfa, quedando impune.
Algo realmente sorprendente de Acuña ha sido su capacidad para hacer crecer la Universidad César Vallejo (UCV, obviamente en alusión a su propio nombre). Pero esto no es lo más sorprendente. Lo es como, aprovechando los recursos de la misma Universidad, logra hacer todo lo que él (personalmente) siempre ha querido. Independientemente de la riqueza que le genera (y las diferentes mañas que usa para enriquecerse a él y su familia). Ha logrado: delegar sus trabajos de investigación de las múltiples maestrías (plagiadas) que ha hecho; regalar títulos a cercanos y allegados; formar su partido político a punta de firmas de personal de la universidad y alumnos; autodenominarse presidente del directorio, proveedor y benefactor de las dietas de otros accionistas; inculpar a otros por sus delitos; y hasta convertirse en autoridad municipal, regional con miras a una próxima presidencia. Alucinante. Como dice la frase inicial del libro, si la variable del dinero saliera de la ecuación, es altamente probable que Acuña estaría preso (o muy cercano de estarlo).
Algo que merece la pena destacar es lo que alguna vez un amigo me comentó sobre Acuña "Acuña es quién es porque se la cree.". Lamentablemente, para consecuencia de otros, es verdad. Saber sumar y restar es lo que único que ha necesitado para construir todo su imperio. Ni hablar puede y, sin embargo, ha logrado lo que un exitoso comerciante logra de sólo creerse el cuento. Personalmente, Acuña es la antítesis de lo que un emprendedor peruano debería representar, sin embargo reconozco que, mi visión cosmopolita-limeñista se mantiene sesgada y desea lo que un Perú no es hoy.
El libro en tres frases:
- "Si César Acuña no fuera millonario, estaría preso"
- El imperio que formó, le ha hecho la tarea en todas las cosas que se ha aventurado a hacer. Desde cometer delitos, hasta generar su poder político.
- Saber sumar y restar es lo que único que ha necesitado para construir todo su imperio. Ni hablar puede y, sin embargo, ha logrado lo que un exitoso comerciante logra de sólo creerse el cuento.