El trabajo -en el contexto de la gente que usa Slack para trabajar- ocurre en largos períodos ininterrumpidos de tiempo. Es muy difícil mover la aguja del valor si nuestro span de atención es de 15 minutos, es posible y algunos incluso hacen de esto un skill pero no es deseable y en mi experiencia no genera mejores resultados. En ese contexto Slack compite por nuestra atención y nos desvía de la tarea a cumplir. Imaginen cómo sería un día sin DMs ni `@here`... más tranquilo no?
Antes, Slack era una herramienta como cualquier otra pero a medida que la presencialidad fue bajando en las empresas la mayoría de los procesos -que siempre son ad-hoc- migraron hacia allí también. Es así que si queremos resolver un problema, plantear una duda, revisar un proceso, etc recurrimos a Slack porque es muy conveniente para el que inicia la conversación pero tremendamente inconveniente para el que la recibe. Es una puerta abierta a la atención de cualquier compañero de trabajo.
Muchos piensan que no es la culpa de Slack si no de las personas que no lo usamos bien, puede ser pero yo apostaría todas mis fichas a que si una herramienta tiene una caja de texto que es el 5% de su UI y el 95% restante está destinado a otra cosa lo que buscan es que escribamos poco, que chateemos en vez de que construir oraciones y que estas construyan ideas.
En Slack no es posible la reflexión porque se recompensa la velocidad, lo viejo queda arriba, oculto, lo nuevo es lo que importa, lo inmediato. Es de alguna manera, nuestro Twitter. Si quiero procastinar puedo ponerme a leer canales, accionar sobre cosas que allí se dicen e incluso llegar a pensar que eso es trabajar.
Slack es un dementor de nuestra atención y si bien entra en la categoría de herramientas de productividad me queda cada vez más claro que el objetivo es aglutinarlo todo -porque esa es la receta para crecer- aunque eso nos haga menos productivos. Las últimas features como DMs a cualquier usuario, conversaciones Clubhouse-like así como la falta de cariño que siempre tuvo la integración de Screen Hero lo dejan claro.
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👋 Hasta la próxima
Antes, Slack era una herramienta como cualquier otra pero a medida que la presencialidad fue bajando en las empresas la mayoría de los procesos -que siempre son ad-hoc- migraron hacia allí también. Es así que si queremos resolver un problema, plantear una duda, revisar un proceso, etc recurrimos a Slack porque es muy conveniente para el que inicia la conversación pero tremendamente inconveniente para el que la recibe. Es una puerta abierta a la atención de cualquier compañero de trabajo.
Muchos piensan que no es la culpa de Slack si no de las personas que no lo usamos bien, puede ser pero yo apostaría todas mis fichas a que si una herramienta tiene una caja de texto que es el 5% de su UI y el 95% restante está destinado a otra cosa lo que buscan es que escribamos poco, que chateemos en vez de que construir oraciones y que estas construyan ideas.
En Slack no es posible la reflexión porque se recompensa la velocidad, lo viejo queda arriba, oculto, lo nuevo es lo que importa, lo inmediato. Es de alguna manera, nuestro Twitter. Si quiero procastinar puedo ponerme a leer canales, accionar sobre cosas que allí se dicen e incluso llegar a pensar que eso es trabajar.
Slack es un dementor de nuestra atención y si bien entra en la categoría de herramientas de productividad me queda cada vez más claro que el objetivo es aglutinarlo todo -porque esa es la receta para crecer- aunque eso nos haga menos productivos. Las últimas features como DMs a cualquier usuario, conversaciones Clubhouse-like así como la falta de cariño que siempre tuvo la integración de Screen Hero lo dejan claro.
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