Horas perdidas, muecas para avivar el calor de tus ojos, penumbras, lunas a tu lado inventando historias, la señal olorienta de la cocina, tresillos cruzados alrededor de una mesa camilla donde nos escondíamos de un mundo adulto que ya intuíamos como la negrura que lo roba todo. Engrudo ciego.
Yo imaginaba para ti. Trazos sucios de un pájaro en un laberinto de alabastro, la huella huidiza de las mil y una noches, un abismo que se escurría entre nuestras sábanas como los ojos que acechan y nos infunden miedo, que son el reflejo de los nuestros. Tú me moldeabas.
Húerfano de tu cuerpo, donde el amor inventaba el infinito, ya solo soy una grey de remolinos de luz y carne, un apaño cósmico. Quiero decir tu nombre, pero mi boca está sucia y se detiene antes de unir las tres letras porque sabe que aquella prisión de la bata blanca vendría con ellas, y entonces ya no habría retorno.
No suelto tu mano para no dejar de oír cómo sigues creciendo en mí.
Yo imaginaba para ti. Trazos sucios de un pájaro en un laberinto de alabastro, la huella huidiza de las mil y una noches, un abismo que se escurría entre nuestras sábanas como los ojos que acechan y nos infunden miedo, que son el reflejo de los nuestros. Tú me moldeabas.
Húerfano de tu cuerpo, donde el amor inventaba el infinito, ya solo soy una grey de remolinos de luz y carne, un apaño cósmico. Quiero decir tu nombre, pero mi boca está sucia y se detiene antes de unir las tres letras porque sabe que aquella prisión de la bata blanca vendría con ellas, y entonces ya no habría retorno.
No suelto tu mano para no dejar de oír cómo sigues creciendo en mí.